Tendríamos que confirmar el nombre de aquel frixuelu en el primer Trisquel de Gijón, entiéndase Xixón. Si la memoria no nos engaña, se llamaba A Esgaya, versión extendida de la más oficial Asgaya, contracción que para los asturianos viene a avisar de que hay que prepararse para un buen mogollón de lo que se tercie. Y por ser nuestro preferido, lo escogimos para dar nombre y cobertura a las producciones cinematográficas que vinieron más tarde, pero también como homenaje al refugio que aquel café nos proporcionaba durante esos años en que la ciudad parecía volverse cada vez más triste, ensombrecida, no tanto por la bruma invernal como por aquella interminable reconversión que parecía, más bien, un desmantelamiento.
Allí, a la orilla del Cantábrico, creamos Esgaya Films.